Recuerdo cuando, siendo niño, veía aquellas películas y dibujos animados en las que los personajes transitaban sedientos por un desierto, y el calor les hacía creer que unos centenares de metros más allá había un oasis en el que podrían frenar su agonía. Finalmente, se zambullían esperanzados y sólo encontraban más arena. Así aprendía que la mente podría crear la ilusión de una supuesta realidad, que luego podría no ser como creía. Me parece que es una de las situaciones en las que podemos incurrir, si creemos en algunos espejismos que nos ofrece esta época hiper informatizada y, supuestamente, hiper comunicada.
Ya sabemos de sobra que, afortunadamente, vivimos en una época en la que las posibilidades de interacción virtual han acercado a las personas alrededor de gran parte del mundo (el mundo informatizado, del que aún hay centenares de millones excluidos). Este Journal, Voices, es un claro y maravilloso ejemplo. De este modo, la posibilidad de que colegas de distintas partes del mundo nos convoquemos en un espacio virtual, nos conozcamos, podamos aprender de otros y tengamos la posibilidad de intercambiar opiniones es algo fantástico, que sigue maravillándome. De hecho, en mis clases insto a los alumnos a conectarse con Voices, y a veces discutimos algunos de los artículos publicados. ¿Pero cuántos profesionales y estudiantes realmente acceden y participan de espacios como este? ¿Cuántos foros académicos existen, ofreciendo una participación abierta a los miembros de la comunidad de los musicoterapeutas?
No estoy diciendo nada nuevo cuando menciono que aún en esta era de intercambios virtuales, sólo accedemos a una parte de la información y que, además, información no es necesariamente sinónimo de conocimiento. Suponer que podemos compartir todo el conocimiento acerca de la musicoterapia no deja de ser un espejismo, y como tal, es un engaño. Entonces, si aceptamos que sólo accedemos a una parte del conocimiento producido, debemos inferir que la construcción de esto que llamamos Musicoterapia no solo no ha de ser igual, sino que puede ser muy diferente en distintos lugares del planeta. ¿Cómo lograr un acercamiento para seguir creciendo como disciplina? Reconocer y aceptar nuestras diferencias debería ser uno de los primeros pasos. Para que eso suceda, es necesario profundizar el conocimiento acerca de los diferentes marcos conceptuales, teorías y procedimientos musicoterapéuticos, y buscar nuevas formas de intercambio, que se sumen a las prácticas ya establecidas como son los congresos, jornadas y simposios. Tengo la sensación de que son tan indispensables como insuficientes.
La investigación, la publicación y el intercambio son tres pilares fundamentales que sostienen a la musicoterapia y le permiten crecer. Las tres instancias están íntimamente condicionadas por la capacidad económica de las instituciones que las fomentan, y aquí nos encontramos con una brecha que la revolución informática aún no ha podido resolver. En cada país, el fomento a la investigación que las universidades pueden brindar está supeditado a condiciones macroeconómicas. Acerca de esto, los musicoterapeutas latinoamericanos podríamos contar muchas historias de investigaciones, bien diseñadas, que no pudieron ser apoyadas financieramente, o que no pudieron finalizarse por falta de dinero. Una situación que ahora, lamentablemente, podría replicarse en algunos países desarrollados debido a la crisis macroeconómica actual. Esto ha generado una gran desigualdad en las condiciones en que se produce el conocimiento en las diferentes partes del mundo. Sin embargo, por lo que podemos leer en Voices, o escuchar en los congresos internacionales, pese a estas dificultades en todo el mundo hay colegas creando teoría musicoterapéutica. Pero la posibilidad de conocerlos, o de estudiar sus propuestas está muy restringida porque la publicación de sus textos es escasa, o se realizan sólo en su idioma de origen. Por otra parte, a nadie escapa que la publicación de libros también está supeditada a las leyes del mercado, y estas condicionan un intercambio desigual entre las “regiones lingüísticas”. La Musicoterapia tal vez no ha escapado a una histórica verticalidad marcada por el poder financiero a nivel macroeconómico, y esto se traduce, por ejemplo, en el hecho de que los musicoterapeutas hispanoparlantes, además de leer los libros escritos en español (o en portugués, por nuestros vecinos brasileros), leemos los libros publicados en inglés, y con esos textos también dictamos nuestras clases en las que se forman los nuevos musicoterapeutas. Pero por los comentarios que han hecho colegas de USA o de algunos países europeos, esto no es recíproco, y pareciera no haber una gran insistencia por publicar en inglés los libros escritos en otros idiomas. No es esto una crítica, sino la descripción de una realidad.
En definitiva, estas reflexiones constituyen una invitación a que seamos más imaginativos, para poder construir un conocimiento que sea compartido por toda la comunidad de musicoterapeutas. Tal vez sea una utopía, pero una utopía necesaria. El intercambio es fundamental para que esto se de. Un claro ejemplo nos lo ha brindado Lia Rejane Mendes Barcellos en su columna “Treinta años después“[1] , relatando sus experiencias en 1982 y 2012. Los congresos, simposios, jornadas y demás eventos en los que los musicoterapeutas nos encontramos para escucharnos y aprender del trabajo de nuestros colegas son indispensables. Lo he venido comprobando a lo largo de mis 30 años como musicoterapeuta, y por eso siempre impulso a mis colegas y estudiantes a participar de todos los eventos que puedan. Siempre constituyen un momento de crecimiento. Tal vez sea por eso que los musicoterapeutas latinoamericanos, reconociendo esta “brecha” en las condiciones de construcción de conocimiento, hemos invitado en los congresos regionales a destacados colegas de otras regiones, a los que previamente conocimos por sus publicaciones. Así, los Congresos Latinoamericanos de Musicoterapia ha contado con la presencia de Ken Bruscia, Clive Robbins, Even Ruud, Cheryl Dileo, y en eventos nacionales han participado Mercedes Pavlicevic, Brynjulf Stige, Barbara Wheeler, Thomas Wosch, Paul Nolan entre otros. Todos han colaborado para generar un intercambio de conocimiento, gracias al esfuerzo de las asociaciones profesionales y universidades que posibilitaron la concreción de esos eventos.
Ahora estamos a las puertas de un nuevo congreso latinoamericano, un nuevo congreso europeo, a poco más de un año de un nuevo congreso mundial. El desafío es cómo ser cada vez más creativos, para poder construir un intercambio real y plural, sin caer en la trampa que nos crea el espejismo de la transmisión de información.
Note
[1]Barcellos, Lia Rejane Mendes (2012). “Trinta anos depois...”. Voices: A World Forum for Music Therapy. Retrieved from http://voices.no/?q=fortnightly-columns/2012-trinta-anos-depois
Schapira, Diego (2013). No creer en espejismos. Voices Resources. Retrieved January 10, 2015, from http://testvoices.uib.no/community/?q=fortnightly-columns/2013-no-creer-en-espejismos
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