A partir de una situación que observo reiteradamente en Buenos Aires, entre los recién graduados que salen a buscar su primer trabajo, me permito reflexionar acerca de lo que insisto en llamar "comunidad de musicoterapeutas" como parte de una comunidad global. Vinculo estos pensamientos con las palabras de Jane Edwards en su columna "Giving Thanks" (Agradeciendo), cuando dice:
Me resulta difícil pensar en agradecer de tal manera por los alimentos que crecen en países en donde los trabajadores son explotados y generalmente trabajan en condiciones inseguras, o incluso pensar en agradecer por el hecho de que, como empleada efectiva, no tengo ningún tipo de control sobre las inversiones de los fondos de mi pensión obligatoria en empresas globalizadas sin rostro que, sin conciencia alguna, están destruyendo el mundo. Estoy tan llena de quejas sobre el mundo, sobre el gobierno, sobre la codicia y la complacencia. Estoy furiosa. Durante muchos años no he tenido televisión por cable porque me sentía demasiado furiosa o indefensa viendo la violencia indiscriminada que ejercemos los unos contra los otros y siendo bombardeada constantemente acerca de la importancia de preocuparse por la apariencia y por tener cada vez más cosas materiales. Deseo que esto cambie, y que cambie ahora.
Vivimos en un mundo globalizado, y ninguno de nosotros puede escapar a ello aún cuando estamos atentos a no quedar atrapados por sus efectos negativos. Ocurre, por ejemplo, que un criador de ovejas en la Patagonia pase delante de un pozo petrolero de camino a una estación de servicio, y se entere que el precio de la nafta aumentó por una guerra que ocurre en Irak, a 20.000 km. de distancia de su casa y de sus costumbres. Ocurre que alguien elija irse a vivir a Tierra del Fuego, la ciudad más austral del mundo, con la intención de alejarse del mundo industrializado. Ese hombre se muda a una cabaña desde donde observa los bosques que cubren las montañas, y poco tiempo después aparece una empresa multinacional que propone transformar esos árboles milenarios en pequeños chips de madera, que luego se convertirán en el papel de un diario de alguna capital del mundo. Un tsunami siembra muerte y destrucción en las islas y costas del océano pacífico, y mientras se envía ayuda desde distintos rincones del planeta, hay quienes planifican como derivar el capital del turismo europeo hacia el caribe.
Pero también en este mundo globalizado existen posibilidades como este foro, Voices, que conecta y ayuda a construir a la comunidad musicoterapéutica, y dentro de ella conecta a la comunidad de los musicoterapeutas.
Aquí, "al sur del sur" hoy puedo encontrarme con mis alumnos discutiendo textos de B. Stige, M. Pavlicevic, J. Eschen, K. Aigen, R. Garred y tantos otros colegas que hasta no hace mucho eran desconocidos en estas latitudes. Es decir que hoy también es más fácil advertir que cada comunidad local de musicoterapeutas es un subgrupo de un conjunto mayor que constituye la comunidad musicoterapia. Aquí también todo lo que ocurre dentro del conjunto nos afecta a todos. A algún colega se le ocurre pensar acerca de una situación con uno de sus pacientes, y el dar a conocer sus reflexiones tal vez brinda una respuesta al problema de otro musicoterapeuta, en otro país. No es difícil obtener información, si estamos dispuestos a buscarla. No es difícil generar intercambios entre colegas, si estamos dispuestos a comunicarnos. Digo esto, pero no de manera ingenua. Sabemos bien que hoy en día la comunicación puede ser multidireccional y simultánea, pero también sabemos que debido a problemas sociopolíticos y económicos la velocidad de esa comunicación es extremadamente variable de acuerdo a la dirección en que se realice.
Comentaba al comienzo que observo una situación que año tras año se repite entre los jóvenes musicoterapeutas que buscan sus primeros trabajos. Ellos reparten currícula vitae en diversas instituciones, piden entrevistas con sus directivos... y cuando logran reunirse suelen retirarse frustrados. A veces por la ignorancia de quienes deciden si contratarlos o no. En esos casos, tal vez necesitemos un rol de difusión aún más activo por parte de las instituciones que nuclean a los musicoterapeutas. Pero muchas otras veces la respuesta negativa se debe a la impronta dejada anteriormente por algún colega, que luego de graduarse no continuó adecuadamente con su formación permanente en lo que exige la musicoterapia. Una formación en el plano de la teoría, y en el plano musical. Como dice Carolyn Kenny en su columna Reflections on Music as Knowledge (Reflexiones acerca de la música como conocimiento):
El considerar a la música como conocimiento me recuerda cuan importante es seguir "dejándose empujar por la fuerza" de la música que nosotros, como musicoterapeutas, amamos, y de las experiencias que tenemos cuando ejecutamos nuestros instrumentos. Sin importar cuantas ideas teóricas desarrollemos, ni cuan académicos sean nuestros trabajos, si no nos empeñamos en continuar, de una manera u otra, nuestro propio desarrollo musical, estaremos perdiendo el conocimiento tácito paralelo de las experiencias que les pedimos a nuestros pacientes que tengan.
Nunca nos cansamos de repetir a nuestros alumnos que la formación universitaria es apenas una etapa en el estudio de un musicoterapeuta. Pero lamentablemente hay quienes se gradúan y no se dedican a profundizar su estudio. Sólo se dedican a trabajar "para poner el pan en la mesa", sin advertir que la falta de actualización degrada su ejercicio profesional y amenaza con quitarle el pan. Esta es una situación grave, en primer lugar, para sus clientes o pacientes. Pero también es grave porque esa actitud construye una imagen distorsionada de la musicoterapia en los demás profesionales que integran los equipos interdisciplinarios, y ayuda a mantener en el imaginario colectivo popular una consideración poco seria de los verdaderos alcances de nuestra profesión.
La decisión de cualquier colega de no participar en la comunidad musicoterapia es simplemente una mentira. Lo que cada uno hace en su ámbito laboral privado, afecta directa o indirectamente a todos los demás musicoterapeutas. Si alguien acepta trabajar en condiciones desfavorables para un buen desempeño laboral, llegando a avalar en silencio incluso situaciones de explotación, autoriza a las instituciones a que maltraten a otros colegas. Pero si cada uno de nosotros defiende la idea de trabajar en buenas condiciones, estamos facilitando el trabajo de los demás. Nadie está aislado, aunque no mantenga vínculos activos con otros. Cada uno es representante de si mismo, pero simultáneamente es representante de toda una comunidad de profesionales.
"La colaboración es la clave" nos recuerda C. Kenny en una de sus columnas, permitiéndonos reflexionar acerca de cómo estamos insertos en las instituciones, y cómo nos vinculamos tanto los musicoterapeutas de distintos lugares como los de distintas generaciones. Creo que el trabajo que tenemos por delante es arduo. Coincido en que los resultados, si trabajamos con espíritu constructivo, pueden ser muy buenos.
Schapira, Diego (2005). Representantes de Todos. Voices Resources. Retrieved January 15, 2015, from http://testvoices.uib.no/community/?q=fortnightly-columns/2005-representantes-de-todos
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