Durante el mes de enero tuve la oportunidad de viajar a Cuba, para dictar clases inaugurando la maestría en musicoterapia. Es el segundo curso de estas características en Latinoamérica, junto con el que se dicta en Colombia. Esta maestría se cursa en la Universidad de la Habana, una institución con 280 años de antigüedad, y en el Instituto Superior de Arte (ISA), en el que se forman prestigiosísimos músicos de ese país.
El ISA se encuentra en el predio que antes de la revolución era el country club de la clase alta. Ahí, entre las pequeñas lomas que formaban el campo de golf, se encuentra la Facultad de Música. Un lugar privilegiado, por el que uno camina sumergido en el sonido de los pájaros y del viento en las palmeras, y el de violines, trompetas, guitarras, cellos, saxos fagots y voces de los alumnos que a su sombra estudian para sus clases. Ahí nos encontrábamos todas las mañanas.
Por un lado, era cumplir un sueño que habíamos forjado quince años atrás junto con Teresa Fernández, la directora de la maestría, caminando por las calles de la Habana vieja. Por otro lado, era un gran desafío. No se trataba de ir a dar clases a cualquier lugar. Se trata de un país con un contexto político muy particular, con una sociedad y una forma de vida muy distinta a al que vivo día a día en Buenos Aires. Se trataba también de enseñar musicoterapia en un país con otros modos expresivos y receptivos, y con una musicalidad que ha desparramado canciones a lo largo y ancho del planeta. Y, como si esto fuera poco, se trataba de formar musicoterapeutas para que se incorporen al mejor sistema de salud de la región, y sin duda uno de los más reconocidos del mundo.
¿Pero qué significa que se haya creado una nueva maestría de musicoterapia?
Esto no es sólo un avance para un país (en este caso, Cuba). Ni siquiera es sólo un avance para el Caribe y América latina. Cada nuevo curso de formación de musicoterapia, en alguna universidad de cualquier lugar del mundo, es un paso adelante para la comunidad global del la musicoterapia, y una ayuda para todos los musicoterapeutas del mundo. Si lo pensamos detenidamente, no es una formulación utópica sino una realidad concreta. No podemos desconocer que en cada país la realidad de la musicoterapia es distinta, y Voices nos da una excelente muestra de esto mes a mes. Son múltiples los factores que construyen esta situación, y seguramente cada lugar tiene situaciones particulares. Hay países con un importante desarrollo de la musicoterapia, y otros en los que la musicoterapia no existe. En algunos lugares nuestra profesión está oficialmente integrada al sistema de salud, en otros se han creado leyes que regulan el ejercicio de la musicoterapia, y en la mayoría de los países existe aún un vacío legal; no hay legislación que respalde, proteja y establezca con claridad los alcances, posibilidades y responsabilidades de nuestro trabajo. ¿Son estas situaciones que deben resolverse en cada lugar? Si, es verdad, y es una tarea que deben llevar adelante las instituciones intermedias, como las asociaciones profesionales y las universidades. Pero también hay aspectos comunes a todos que debemos resolver trabajando como comunidad internacional de profesionales. No son problemas aislados de unos u otros. Son problemas de la musicoterapia, y de los musicoterapeutas. Y esto excede a lo que se hace en cada país. Son temas que, desde mi modesta perspectiva, deben ser abordados de manera multilateral y permanente, en organismos regionales e internacionales.
Debemos trabajar nosotros mismos para desarrollar los elementos legales que nos respalden. Uno de los varios caminos que debemos transitar para esto tal vez radica en incrementar la “masa crítica” de musicoterapeutas. ¿Cómo reclamar que se creen cargos de musicoterapeutas en los hospitales si no alcanzarían los mismos para cubrir esos puestos de trabajo? Cómo exigir la atención de los legisladores para que incluyan en sus agendas la consideración de leyes de ejercico profesional para nosotros? Por un lado, depende de la habilidad de las instituciones intermedias. Pero también depende de que haya más musicoterapia, y más musicoterapeutas. Por eso una nueva carrera, en el rincón del mundo que sea, y diseñada responsablemente con excelencia académica, respalda el trabajo de todos.
Necesitamos más carreras de musicoterapia. Necesitamos más musicoterapeutas. Necesitamos también incrementar la investigación y el intercambio que venimos haciendo entre nosotros, y entre los musicoterapeutas y el resto de la comunidad científica y profesional.
En el mes de julio tendremos una gran oportunidad para profundizar este camino. En Buenos Aires, mi ciudad, se realizará el XII Congreso Mundial de Musicoterapia. Una excelente ocasión para actualizarnos, para encontrarnos, conocernos y reconocernos. Una excelente ocasión para poder tener una visión de la realidad de la musicoterapia en el mundo, para discutir, discrepar, ponernos de acuerdo, y también para divertirnos y que cada uno vuelva luego a su casa y a su lugar de trabajo sabiendo que forma parte de una comunidad de profesionales.
Desde Buenos Aires, mi mano y la de muchísimos colegas está abierta y extendida, para encontrarse con la de cada uno de los que vendrán. Los esperamos para vivir una cálida semana durante el frío invierno.
Schapira, Diego (2008). Más Musicoterapia, más musicoterapeutas, más salud. Voices Resources. Retrieved January 15, 2015, from http://testvoices.uib.no/community/?q=colschapira070408sp