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"Transitando por las calles del estrés": Una experiencia musical con policías de tránsito en la ciudad de Bogotá

Patricia Ramos Pardo Gloria Patricia Zapata

Primera escena

En una fría tarde bogotana, en medio de los afanes propios de las grandes ciudades, escuchamos – antes que cualquier otra cosa – pasos, voces, risas y carcajada, que producen un eco que va invadiendo todo el lugar en crescendo. Estamos a punto de comenzar nuestra primera sesión de musicoterapia con un grupo de policías de tránsito. Los participantes llegan en grupos pequeños, buscan una silla dónde ubicarse en el recinto que alguna vez fue la antigua capilla de un hospital, hoy abandonado pero que se encuentra en feliz proceso de reabrir sus puertas.

Los hombres cesan de reír al momento de sentarse y no pueden ocultar unas comprensibles caras de aburrimiento, sabemos que han pasado por un día completo de clases continuas sobre primeros auxilios. Se siente una expectativa en el ambiente. Podemos adivinar que se preguntan: ¿Qué es la musicoterapia?, aunque no tienen una respuesta a esta pregunta tácita, algunos expresan su preconcepción del asunto cuando les dicen a sus compañeros: ¡Venimos a relajarnos!...

Decidimos aceptar el reto de realizar sesiones de musicoterapia para el total de agentes de tránsito de la ciudad con el fin de contribuir al programa de apertura del nuevo hospital de la Universidad Nacional de Colombia. Hablamos de reto porque la intervención fue compleja: tres sesiones con cada grupo de policías, cuyo número de integrantes oscilaba entre 37 y 40 por sesión, para un total aproximado de 1.200 agentes de transito, todo ello sin la cantidad de materiales e instrumentos suficientes para cubrir tal demanda. Decidimos, por lo tanto, diseñar una propuesta con metodología de taller donde se articulaban momentos pedagógicos, de comunicación e introspección con un enfoque preventivo. La situación de problemas enfrentados con recursos escasos no es inusual en América Latina donde, en el caso de la musicoterapia, la realidad de la práctica clínica desborda la teoría aprendida y enseñada en Europa y Estados Unidos, en donde el papel del musicoterapeuta es reconocido profesionalmente y también donde se cuenta con los recursos necesarios que le permiten trabajar adecuadamente y construir encuadres que faciliten el desarrollo de propuestas.

Sin embargo, lo que inicialmente parece una lista de obstáculos se convierte en una oportunidad para proponer visiones alternativas de la práctica musicoterapéutica. Latinoamérica cuenta con una amplia diversidad de población y una riqueza cultural desarrollada en contextos sociopolíticos inestables que exigen al musicoterapeuta reflexiones constantes y prácticas pertinentes a la realidad que enfrenta y que, a su vez, le influye.

Teniendo en cuenta las características de la población con la cual trabajamos, se evidenció que los factores que más afectan su salud son el estrés generado por su trabajo permanente en las calles y la situación de seguridad de la ciudad. Por lo tanto, se propuso el taller: Musicoterapia para la autorregulación del estrés. Las sesiones se estructuraron sobre dos ejes principales:

  • El autocuidado (conciencia de sí mismo)
  • La interacción (conciencia del otro)

Desde nuestra primera sesión establecimos tres fases que componían cada una de las sesiones:

  • Preparación
  • Experiencia central
  • Cierre

Las fases de preparación se construían con diversos ejercicios de respiración, de auto-observación y de conciencia corporal mediante los cuales se facilitaba la experiencia de la tensión-distensión. Este encuentro consigo mismos, mediante la respiración y los estiramientos, les permitió conectarse con el tempo del otro, hasta lograr un sonido grupal en la respiración. También utilizamos en esta fase música grabada[1] como un vehiculo de motivación para el movimiento, para la activación corporal conciente, la utilización compartida del espacio y la interacción. Estos aspectos son indispensables para contribuir a revertir la rigidez asumida por ellos en su papel de policías, problema que se hace evidente por la notable dificultad para moverse libremente, interactuar y expresarse vocal y corporalmente.

Segunda escena

En el corredor principal del hospital los radios de los vigilantes del edificio y el televisor están encendidos, un grupo de hombres musculosos caminan con ímpetu pero mirando al piso, forman un semicírculo y en voz baja dicen: "No más ruido", "no más violencia", "no más jefes, no más insultos, no más contaminación".

Experiencias centrales

En el primer encuentro realizamos improvisaciones vocales que les permitieron hacer audible aquello que principalmente les generaba estrés: el ruido, la contaminación, las largas jornadas de trabajo, la violencia en las calles, el maltrato de algunos de sus superiores y de los ciudadanos: éstos últimos justamente las personas a quienes deben hacer cumplir la norma y la ley. Propusimos entonces una improvisación con la voz y con el cuerpo que definimos como El rap de la protesta, este espacio facilitó el que los agentes – quienes regularmente deben enfrentar a grupos de manifestantes – tuvieran su propia oportunidad y derecho de protestar. En la improvisación se observaron dificultades para interactuar, para expresar emociones y para atreverse a decir: ¡No más!; una frase que sirvió de ostinato para intercalar la improvisación de cada grupo. Al finalizar reflexionaron sobre el darse cuenta de los aspectos comunes y diferentes con los ciudadanos y entre ellos mismos gracias a un ejercicio que pretendía hacer fluir cierto grado de descarga emocional de los grupos.

Tercera escena

En una sala de conferencias se escuchan gemidos, quejas y palabras soeces producto del dolor que causan los ejercicios de eutonía en los músculos contraídos de pies malacostumbrados al un maltrato constante.

Para el segundo encuentro acudimos a las posiciones de control propuestas por Moshe Feldenkrais (1980), la Eutonía de Gerda Alexander (1979) y a una serie de masajes con pelotas de caucho para desarrollar la conciencia corporal. Era notable el grado de amnesia corporal y de contracturas musculares que presentaban. Por un lado, la amnesia sensoriomotriz es una vía de escape que utilizan para poder resistir la carga diaria de sobreesfuerzo, negando el dolor producido por las lesiones ocasionadas por múltiples causas: caídas de las motocicletas, permanencia de pie durante un alto número de horas del día, defectos en el diseño y calidad de las botas de dotación que les impide mantener los pies en una postura natural ocasionándoles deformación, el peso del equipo que deben soportar y los movimientos repetitivos de los brazos para dirigir el trafico vehicular. Todo esto les genera dorsalgias, bursitis y lesiones en los pies.

Durante este momento del proceso no se utilizó música ya que, para centrar la atención sobre el propio cuerpo y para el desarrollo de la conciencia corporal, la técnica Feldenkrais sugiere el trabajo en silencio absoluto para evitar las distracciones. Sin embargo, la actividad se enlazó con el ejercicio de caminar en un sólo puesto, con ojos cerrados y con música grabada.[2] Dicha experiencia los invitó a conectarse con algún deseo a través de la visualización del mismo, el movimiento, entonces, se convirtió en una metáfora, en la posibilidad que cada uno tiene para acercarse más y más a su propios deseos. La música iba aumentando progresivamente en tempo e intensidad, también tenía cambios de tonalidad de forma ascendente. Se observaron cambios notorios en la forma de andar, paulatinamente cedió la rigidez, hubo más conciencia de los apoyos naturales, comenzaron a caminar involucrando todo el cuerpo (desde la cabeza hasta los pies) sin fragmentarlo; algunos inclusive empezaron a desplazarse de diversas maneras por el espacio, aún cuando la música dejaba de sonar.

Al finalizar expresaron haberse conectado con experiencias placenteras que tenían que ver con proyectos de vida: casarse o comprar una propiedad en el campo para vivir con su familia, entre otros, algunos incluso regresaron con la imaginación a sus lugares de origen y allí se encontraron con sus padres y amigos. Se lograron momentos para el encuentro y un espacio para la individualidad.

El papel de la música grabada consistió en sugerir momentos para la elaboración de eventos significativos. Según Frohne-Hagemann (2005) estos momentos fluyen y ayudan positivamente pues en el empleo de la música hay un lugar en la experiencia para las asociaciones donde caben sensaciones corporales, escenas, cuadros, recuerdos que tienen un alto significado emocional. Esta actividad propicia un efecto de vitalidad, porque lo que realmente se oye no es el paso de adagio al presto sino un crecimiento, lo que desaparece, lo que se dilata y lo que se vincula con la música; dinámicas que resuenan en nuestra corporeidad, con nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestras ideas, nuestras formas de relacionarnos con el mundo y con nuestras formas de sentir.

Un cuarto movimiento

Se escucha un instrumento musical que pregunta y otro que responde... se observa un grupo de hombres mirándose cara a cara, sin mediar palabra, uno de los integrantes intenta expresar una emoción con un instrumento musical para que otro la identifique y le responda de igual forma. A la pregunta verbal: ¿Cómo te sientes? sólo hay silencio...

En el tercer encuentro se utilizó el instrumento como elemento de comunicación. A través de dos instrumentos a gogó los participantes realizaron una dinámica de pregunta y respuesta. Consistía en que escogieran una de las emociones que suelen experimentar cuando están en una situación de estrés. Una vez escogida la emoción, utilizaban una fórmula rítmica que tenía el formato de pregunta (una metáfora musical para preguntarle a un compañero: ¿Has sentido esta emoción cuando te estresas?), además debían acompañar este formato sonoro con la representación gestual y corporal de dicha emoción. El compañero debía intentar leer la emoción y con un formato de respuesta rítmica debía contestar SÍ o NO. En esta exploración quedaron expuestas emociones tales como la tristeza, la angustia y, en la mayoría de los casos, la rabia. Cuando hicimos la verbalización emergieron situaciones de soledad, impotencia y cadenas de maltrato. También salieron a la luz rasgos de personalidad, roles y sistemas de creencias que influyen en el manejo de la emocionalidad, expresadas en sentencias como: "los hombres no lloran", "debemos ser fuertes", "nuestro deber es hacer cumplir la ley como sea", "para el común de la gente nosotros somos los malos de la película", "nadie nos ve como seres humanos." Hablaron de sus necesidades, de sus dificultades, y de la importancia de expresar sentimientos, compartir con los compañeros, aprender a manejar sus emociones, construir lazos de confianza, y ampliar su conciencia corporal.

Finale

Después de escuchar una pieza musical con los ojos cerrados, uno de los participantes se nos acerca y comenta: "No pude cerrar los ojos, me dio miedo... recordé una toma guerrillera". Pero otro se aproxima y nos dice: "Hace mucho tiempo que no me sentía tan tranquilo..."

Al finalizar las sesiones, los cierres se propusieron en varias vías orientadas a una relajación progresiva: audición colectiva con los ojos cerrados de una pieza musical[3] e intercambio sobre imágenes, asociaciones, sensaciones, emociones, experiencias espirituales, etc., e intercambio verbal sobre las experiencias vividas.

En estos encuentros reconocieron las dificultades y necesidades generadas en sus experiencias vividas, se disminuyó la dificultad para mirarse y para reconocer las propias carencias y pedir ayuda.

Como instrumento de evaluación utilizamos una encuesta escrita que debían llenar tanto antes del primer encuentro como al finalizar el último. He aquí algunas reflexiones escritas en las encuestas:

  • "...encontré una etapa sin completar de mi vida, una parte de una personalidad que quiere salir y que había ignorado, pero la encontré de nuevo y quiero sacarla a flote"
  • "...encontré que puedo mirar hacia mi interior y autorregularme"
  • "...quiero dejar la agresividad"
  • "...me di cuenta de que puedo relajarme, encontrar paz interior, controlarme y manejar los impulsos para poder llegar a una tranquilidad completa"

Finalmente abandonan la sala y nos preguntamos si volveremos a verlos. Ellos y nosotras salimos de nuevo a transitar por las calles de Bogotá en medio de pitos de carros, sirenas y tempos que varían entre allegro, vivace y prestissimo. Al cabo de unos días efectivamente volvimos a verlos, algunos estaban al lado de un semáforo, otros en medio de un trancón. Nuestra mirada hacia ellos cambió, ahora sabemos que no son sólo la representación de autoridad, también son seres humanos con sueños, necesidades y ¡voces de ciudad!

Notas

[1] 1 "La nuit peur du Soleil" de Guem & Zaka Percusión (1978).

[2] 4 "Marcha do entrelazado de Allariz", Carlos Nuñez (2000).

[3] 6 "Canto das pescadoras" de Gurdjieff/de Hartmann

Bibliografía

Alexander, Gerda (1979). La eutonía. Un camino hacia la experiencia del cuerpo. Buenos Aires: Ed. Paidós.

Frohne-Hagemman, Isabelle (2005). Zur Frage der Indikation von Musiktherapie bei Menschen mit Behinderung, en: http://www.frohne-hagemann.de/ (2005).

Feldenkrais, Moshe (1980). Autoconciencia por el movimiento – Ejercicios para el desarrollo personal. Buenos Aires: Ed. Paidós.

Música

Amaral, R. & Andrés, A. & Rodríguez, M. (2000). Cantos e Ritmos do Oriente: "Canto das pescadoras", Gurdjieff /Hartmann.

Guem & Zaka (1978). Percusión, La nuit peur du Soleil,

Nuñez, Carlos (2000). Marcha do entrelazado de Allariz, .